Lamentamos las molestias.
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Los antioxidantes siempre han sido un tema difícil de comprender y asociar fácilmente a un uso concreto, ya que tienen influencia en el funcionamiento global del organismo. En el cuerpo, por medio del metabolismo, se generan radicales libres que pueden dañar nuestras células y provocar enfermedades. También adquirimos sustancias oxidantes del medio ambiente, que suman efecto a estos.
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De forma endógena tenemos mecanismos para neutralizarlos, pero cuando no funcionan bien o hay un exceso de radicales libres, se da una situación llamada estrés oxidativo. Este provocará una degradación celular que nos conducirá a diferentes procesos patológicos. Son múltiples las enfermedades que se asocian a la oxidación como la aterosclerosis, enfermedades neurodegenerativas, hasta el cáncer. Otro proceso que no es patológico, pero que todos queremos evitar y se da en consecuencia de la oxidación es el envejecimiento. De ahí la importancia de mantener unos niveles óptimos de antioxidantes.
Tendremos dos frentes donde podemos actuar:
Lo ideal será tomar mezclas de antioxidantes, pero según la necesidad se pueden priorizar unos u otros. De una forma básica, podemos dividir entre antioxidantes hidrosolubles que focalizarán su efecto en sistema circulatorio y linfático (vitamina c), liposolubles que centrarán su acción en órganos y substancias grasas como el hígado, el cerebro (vitamina e, coEQ10, palmitato ascorbilo) y mixtos (acido alfa lipoico). Combínelos con una buena dieta y ejercicio, y conseguirá evitar gran parte de dolencias provocadas por esta descompensación.